Las vísceras me salen por la boca. El corazón remonta por mi esófago mientras mis lágrimas caen sin poder evitarlo. No puedo hacer otra cosa que esperar lo desconocido. Lo que no sé si un día pasará, éso que se esconde tras tu mirada impasible y fugaz.
Noto tu olor en mi hombro, en mi chaqueta, y casi puedo percibir la sensación de tenerte acurrucada en mí, dormida, notando tu respiración en mi pecho.
Suspiro. Y tu brazo derecho me rodea, acurrucándote aún más. ¿Qué se supone que debería hacer?
¿Alejarme? ¿Irme? ¿Salir corriendo? Puede que quizás fuese lo mejor. Pero soy tan jodidamente masoquista que prefiero tenerte dormida en mi hombro por mucho que me duela, antes que fuera de mi vida. Como una rosa con espinas.
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