Sin piel.
Me arranco la piel lentamente, poco a poco, se despegan las yemas de mis dedos, se resquebraja mi espalda y la tiro lejos...Muy lejos. Pero aún así el miedo no cesa. El rumor del viento me golpea en la cara y tengo calor, ése calor que me araña la garganta y me aprieta hasta dejarme casi sin aliento. El pánico se apodera de mis venas y mariposas suicidas salen de mi boca, cortando con sus afiladas alas todo cuanto rozan.
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