Tienes boca de poema
y no hay métrica que te limite.
Tienes un hipérbaton
de amor en la yema
de los dedos
y un símil en descomposición
cada vez que te muestras
-exhausta y llena
de deseo-,
como una vela sin oxígeno
que lucha por mantener con vida
la llama
de un recuerdo.
Tienes un diapasón
que se cree corazón
y marca un compás
de 3 por 4
cada vez que pasas
por aquel rosal
que te clavaste
en una coraza
hecha de harapos.
Tienes ojos de metáfora
y una piel
que ya quisieran personificar
algunos animales.
Pero si algo he de decir,
es que no he visto animal más salvaje
que cuando te miro a ti.
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