Mírala. Está dormida encima de ti.
Notas su respiración en tu pecho y no te importa nada más a tu
alrededor. El frescor de la hierba que os acoge te transporta hacia
la delicadeza de su cuello, tan suave y delicado...Sientes los
latidos de su corazón, y te llega el perfume de su pelo, que roza tu
cuello y te hace estremecer como si se tratase de una brisa sutil con
sabor a primavera.
Se mueve y se abraza aún más a ti. Tu
pecho se encoge. La sientes. Sientes su cálida respiración en tu
cuello, y te hace sentir frágil. Su respiración tiene el poder de
hacer caer las corazas de tu corazón a su antojo, como si de
plastilina se tratara y eso debería ser peligroso, pero...ahora
mismo su pecho te ampara. Te sientes segura cuando sus sueños te
pertenecen, cuando su pretensión más inocente se fija en ti y te
hace sentir invencible. Su fragilidad te hace sentir fuerte y a la
vez frágil, como en una continua lucha entre el bien y el mal...como
una batalla campal por dos corazones extrapolados que quieren
mantenerse unidos. Mírala, sigue ahí, abrazada a ti, sin miedo.
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