Sabes a lágrimas.
A sueños enterrados
en una infancia dura
que prefieres no recordar.
A castillos de arena
encerrando una princesa
que se ha cansado
de volar.
Sabes a miedo.
A cicatrices.
A puntos dados a bocajarro
sobre tu corazón.
A lunas perdidas en abriles,
a tormentas de fuego
en un colchón.
Y ahora
tu sabor está en mi boca,
huyendo del miedo
a tus latidos.
Y ahora soy yo
quien se sonroja
por conocer
el sabor de tus gemidos.
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