martes, 18 de junio de 2013

Éxtasis de recuerdos.

Resonaba una y otra vez el recuerdo de sus gemidos en mi oído, la suavidad de su piel en mis sábanas, su sabor. 

Tenía sus dientes tatuando mi cuello, su mano izquierda en mi pecho y su mano derecha buscándome sin contemplaciones. Dejaba en mi piel marcas de aquella guerra en busca del placer. Recorría cada centímetro de mí... Ya me conocía. Pero no podía aguantar más. Si seguía mordiéndome el labio de aquella forma, acabaría perdiendo el control. Pero no hay control cuando se trata del placer y en cuestión de segundos mi lengua ya jugaba con su sexo. 

Su sabor, la forma en que arqueaba su espalda cuando mis dedos jugaban dentro de ella y mi lengua acariciaba su clítoris. Quería oír sus gritos. ¡Quería que al día siguiente mis vecinos se quejasen! Así que fui subiendo poco a poco, bajé el ritmo mientras mis dientes jugaban a morder sus pechos y su respiración se calmaba. Pero no había tregua en esta guerra. Y tú estabas atada a la cama. A mi merced. Pero tus labios me llamaban y tu sonrisa malévola hacía que mis sentidos se distorsionaran. Y eso hacía que mis ganas de oírte gritar mi nombre fueran aumentando por momentos. 

De pronto, casi sin percatarme y sin saber cómo, te tenía encima de mí, jadeando y mirándome fijamente. Te mordías el labio y tus caderas se movían lentamente. Mis uñas se clavaban en tu espalda y tu lengua jugaba al escondite con mi cuello. Me cogiste por las muñecas y, con la fiereza de un animal, empezaste a recorrer mi cuerpo sin miramientos. Ahora era yo la que estaba a tu merced. El mínimo roce de tu piel me hacía estremecer, tu respiración descendía por mi cuerpo y yo me mordía el labio, pidiéndote más. Tus manos abriéndose paso en mi cuerpo, y tus ojos mirándome fijamente mientras sonreías al quitarme las bragas, húmedas de deseo. Mis gemidos haciéndose un hueco en tus recuerdos, mis uñas en tu espalda, tus dedos aprendiéndose los trazos de mi sexo... Y el sabor de tus labios grabado en mi boca, que no paraba de gemir tu nombre. Y así terminamos, desnudas de deseo, extasiadas en el recuerdo y tatuando en nuestras bocas el sabor de nuestros besos.

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