jueves, 20 de septiembre de 2012

Kamikazes

A golpe de cincel, su mirada se encallaba en los alrededores de mi corazón. El mar de su olor merodeaba mis debilidades, que miraban con recelo a la espera de un desastroso final.
No fuimos más que kamikazes palabras, sacos de debilidad que asomaban asustados sabiendo el caótico desastre que acontecería.
Notas desde los infiernos, desde el abismo más oscuro del ser humano me gritaban, me alarmaban de que no tenía nada que hacer con esta sensación que me flagelaba el alma.

Pero regalé mi corazón, me regalé, aún sabiendo que no perdería nada, porque nunca fuiste mía.

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