Desde que no estás
le tengo miedo al silencio,
al tumulto de los gritos en mi cabeza
preguntándose por qué tu brazo
no rodea mi cintura cada noche.
Le tengo miedo
a la distancia que separa tu piel de la mía,
a los suspiros
que no siento.
Tengo la ansiedad alojada en la garganta,
añorando el recuerdo de tus manos hechas ley para mi piel,
y estoy borracha.
Echarte de menos
se me antoja a redundancia y la idiotez nunca fue cosa de sabios
pero la poesía está llena de arrogancia,
y yo prefiero ser mantra
a un boca a boca de diablos.
No quiero que seas mi musa
porque quiero que te autodefinas,
porque prefiero tu libertad a la mía.
Invoco a la hipocresía
sonriendo cuando no estás,
en un vano intento de demostrarle al mundo
que todo va bien aquí dentro.
Y entonces tiemblo y cuento
los días para correr de mis restos
a tus besos.
Le temo a lo incierto
de los días sin besarte,
a ceñirme a la insistencia de los te echo de menos,
de los quiero mi vida contigo
de los muero por abrazarte.
Me duele el silencio, amor
pero qué poco queda
para dejar de imaginarte.
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