Hoy he dejado las ventanas abiertas de par en par
y no ha entrado tu olor.
Todo está más ordenado que de costumbre y paradójicamente
no lo soporto.
Mi almohada
echa de menos
que la secuestres
en mitad de la noche,
aferrándote a ella como un náufrago
se aferra a su última esperanza.
Tengo cientos de cartas olvidadas en cajones
esperando a ser enviadas,
que no lanzo a volar
por miedo a que descarrilen
a tu encuentro.
-Tú siempre fuiste el mejor mensaje que nadie podría recibir: Tuve suerte de tropezar con tus atardeceres-.
Odio las vías erráticas del tren,
los fúnebres abrazos
de despedida que otorgamos
por no poder
guardar las lágrimas
insolentes y fugitivas.
No soportamos el ruido
de
la ausencia
ni el silencio de las mañanas
ni la luz
ni la oscuridad
ni la nada.
Todo cambia si pierdo el tiempo, abrazada a ti.
-No hay tiempo mejor aprovechado
que soñar despierta anclada al laberinto de tus piernas.-
Ya lo dijo un viejo lobo de mar:
No exilies mensajes
en una botella
si te has enamorado del mar.
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