Para reconstruir, para emparedar los recuerdos y convertirlos en los cimientos de todas mis ruinas, me bastó besarte.
Me he planteado cambiar el pasaporte,
renegar de una patria sin nombre y anclar
mis raíces a la curva que forma tu espalda
Transformas la habitación
-y mi vida-
en la utopía que nadie se atrevió a soñar.
Desgarras mi corazón
y éste empieza a dictarme
todos los te quieros que llevan dibujados
cada una de tus pecas.
Dejaste tu corazón de carmín
escrito en el espejo de mi armario,
la guerra en las sábanas,
los versos en el cuello
tu letra en las ventanas,
en definitiva,
eres
el olor a café recién hecho
un domingo de resaca.
No creo en la suerte,
pero creo en ti,
y eso es lo más parecido a creer
en los milagros
que conozco.
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