Llegó en diciembre.
Todo era gris hospital y ahora suenan violines
como si fuera agosto.
Supongo que llegó para revolverme la vida con sus labios rojos.
A ratos suena Andrés
y no sé si quiero romperme la vida en sus medias
o romperle las medias durante toda mi vida.
A veces lee a Hermann Hesse apoyada
en mi hombro
y os juro que cerraría todas las bibliotecas del mundo
para leerle los labios.
Podría alumbrar la oscuridad de la pena
con su forma de amanecer
pero es de las que piensan que las rosas
no calman el dolor de los cementerios.
No le falta razón,
al fin y al cabo matamos seres vivos
para adornar a los muertos.
Me ha puesto la vida con piel de gallina,
y no seré yo la que trate de alzar el vuelo
inútilmente.
Le digo a las flores que he vuelto,
le pido a la vida que te quedes.
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