Hoy he soñado con una explicación.
Con esa que no me debes,
con esa que no voy a pedirte
y sin embargo
deseo.
Voy manteniendo el equilibrio
entre las luces
que le ponen nombre a la lluvia
en esta ciudad-maravilla.
Corro por el filo de los adoquines
sin temer al coche que me empape
por fuera
también,
como en una carrera por salvarnos
de la muerte.
Son las siete de la mañana y ya huelo a café
suenan las tostadas,
ahora todos los desayunos
me saben a nostalgia
desde que tú no formas parte de ellos.
Me prometí fijar el límite al
compás de una balanza sin pesos,
pero cómo medir un sentimiento al que
no supimos ponerle
nombre.
He llegado al punto clave.
Sé la distancia concreta entre líneas
blancas y asfaltadas.
Sé lo rápido que debo saltar
si no quiero ser atropellada
por un beso tuyo.
Hace tiempo que dejó de darme miedo cruzar con los semáforos en rojo.
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