Hoy he soñado con una explicación.
Con esa que no me debes,
con esa que no voy a pedirte
y sin embargo
deseo.
Voy manteniendo el equilibrio
entre las luces
que le ponen nombre a la lluvia
en esta ciudad-maravilla.
Corro por el filo de los adoquines
sin temer al coche que me empape
por fuera
también,
como en una carrera por salvarnos
de la muerte.
Son las siete de la mañana y ya huelo a café
suenan las tostadas,
ahora todos los desayunos
me saben a nostalgia
desde que tú no formas parte de ellos.
Me prometí fijar el límite al
compás de una balanza sin pesos,
pero cómo medir un sentimiento al que
no supimos ponerle
nombre.
He llegado al punto clave.
Sé la distancia concreta entre líneas
blancas y asfaltadas.
Sé lo rápido que debo saltar
si no quiero ser atropellada
por un beso tuyo.
Hace tiempo que dejó de darme miedo cruzar con los semáforos en rojo.
domingo, 30 de noviembre de 2014
domingo, 2 de noviembre de 2014
Ilusos.
Ingrávidos, pálidos
etílicos, tácitos
ilícitos,
columnas sin dintel.
Humanos
deshumanizados
sin amor.
Muertos en vida obnubilados en lo superfluo.
Árboles secos
pasando desapercibidos ante
un mundo lleno de hojas
coloridas que viajan ansiosas
entre el viento
que mece el perfume del incienso
incipiente del callejón.
Autómatas onanistas,
ascetas profetizando
pueblos pacíficos
convertidos en ceniza.
Renuncias de sentimientos
en proceso de crecimiento errático,
vergüenzas disidentes buscando
un logaritmo
exacto.
Vacíos llenos de caídas al precipicio.
Nos escondemos para llorar
porque nos han instruido
en la debilidad
como seres alienados,
dormidos
apagados
que buscan símiles de antónimos
varados
en un mar de insatisfacción.
Redundantes siluetas personificadas
en claustrofobias anoréxicas
que anhelan el espejismo del
amor que nos han metido en la cabeza.
Somos soledad irradiando luz,
ascetas fieles a la violencia
del más culto,
palurdos explotados que salpican
su sangre tratando de curarse a sí mismos.
Guerreros buscando explicaciones
a preguntas que no saben formular,
artistas que no tienen que saber de arte
para crearlo,
robots cercenados
en la supremacía del mecenazgo.
Ausencias anuales repartidas
al mejor postor,
nubes calavéricas,
esqueletos que florecen
en un jardín de ensueño
intentando paliar la nostalgia
de una espera
eterna,
de un final rotundo
de un amor sin rumbo.
Navegantes del recuerdo,
soñadores de lo eterno.
Ilusos.
etílicos, tácitos
ilícitos,
columnas sin dintel.
Humanos
deshumanizados
sin amor.
Muertos en vida obnubilados en lo superfluo.
Árboles secos
pasando desapercibidos ante
un mundo lleno de hojas
coloridas que viajan ansiosas
entre el viento
que mece el perfume del incienso
incipiente del callejón.
Autómatas onanistas,
ascetas profetizando
pueblos pacíficos
convertidos en ceniza.
Renuncias de sentimientos
en proceso de crecimiento errático,
vergüenzas disidentes buscando
un logaritmo
exacto.
Vacíos llenos de caídas al precipicio.
Nos escondemos para llorar
porque nos han instruido
en la debilidad
como seres alienados,
dormidos
apagados
que buscan símiles de antónimos
varados
en un mar de insatisfacción.
Redundantes siluetas personificadas
en claustrofobias anoréxicas
que anhelan el espejismo del
amor que nos han metido en la cabeza.
Somos soledad irradiando luz,
ascetas fieles a la violencia
del más culto,
palurdos explotados que salpican
su sangre tratando de curarse a sí mismos.
Guerreros buscando explicaciones
a preguntas que no saben formular,
artistas que no tienen que saber de arte
para crearlo,
robots cercenados
en la supremacía del mecenazgo.
Ausencias anuales repartidas
al mejor postor,
nubes calavéricas,
esqueletos que florecen
en un jardín de ensueño
intentando paliar la nostalgia
de una espera
eterna,
de un final rotundo
de un amor sin rumbo.
Navegantes del recuerdo,
soñadores de lo eterno.
Ilusos.
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