Tengo a Andrés de fondo
y 'Benijo' nunca sonó tan triste.
Por aquello de que a veces
el cuerpo te pide algo de tristeza
cuando llevas
demasiado tiempo llorando
sólo de alegría.
El problema viene
cuando hay un sitio de sobra
en mi cama
y es ella quien se tumba
a mi lado, y no tú.
A la tristeza no le gustan los niños,
¿te lo puedes creer?
Qué sabrá la tristeza de alegría
si nunca te vio reír,
ni sintió un escalofrío
al coger tu mano izquierda por primera vez.
Ni siquiera le gusta el chocolate
con naranja,
y yo que pensaba
que era el mejor sustitutivo.
Tampoco le gusta pasear de la mano;
prefiere anudarse en mi cuello
y apretar con fuerza, asfixiándome.
Y hoy casi no puedo respirar
porque
tú
no
estás,
y te echo de menos
como si nunca te hubieras dejado acariciar.
Me he permitido la licencia
de decirle que se largue,
que no quiero saber nada de ella,
que sólo la quiero en las películas,
el teatro o algún poema.
Que deje sitio a la esperanza.
Que a ella sí le tengo reservado un hueco
en mi vida.
Justo entre
tú
y
yo.
A 127 días de haber empezado una historia con un futuro incierto.
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