No voy a comenzar saludándote de forma educada, ya he comprobado que los buenos modales no te van.
Quizás soy una más en tu lista. Otro número que está ahí, impaciente, esperando un destino que parece nunca va a llegar.
¿Qué fui para ti? ¿Otro capricho? ¿Un hombro de nadie sobre el que llorar tus malditos celos? ¿Noches de sexo que encubrían un falso sentimiento?
Muchos me advirtieron sobre ti.
"Perderás el control, y será demasiado tarde", decían.
Yo, como la niña tonta que era, hice caso omiso y me entregué a tus promesas llenas de oxidado rencor. Y mi maldita inocencia gimiendo en ti mientras tú te follabas mis muros, mis atajos y desvíos.
¡Inocente de mí!
Era demasiado tarde y no valía la pena huir. Tenía mil flechas atravesándome el pecho, clavándome en tu cama, que ya estaba ensangrentada por todas tus anteriores víctimas.
Pero nunca he sabido rendirme, Cupido. Y aunque duelan las marcas de tus flechas, prefiero desangrarme mirando de frente al Olvido.
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