domingo, 30 de agosto de 2015

Me dueles.

Me duele la ausencia y el reloj;
el tic-tac y el miedo a la derrota
de unos sueños
arrojados por la borda.

Me duele el detonador,
que les condena
a un futuro
sin historia.

Me duele el calendario tachado,
a deshora,
de una espera
cocida a fuego lento,
de unas ganas clamando la victoria.

Me duele la apatía y el silencio
como soga.
Me duele la inclemencia,
la desidia tormentosa.

Me duele el exilio
de almas
entre muros de metal;
me duele Siria,
me duelen sus vidas...


Me dueles, libertad.

miércoles, 19 de agosto de 2015

No me da la gana.

No me da la gana callarme
cuando os puede la agonía del vacío
que tratáis de llenar intentando reducir
a escombros
los cimientos de alguien;
no me da la gana aguantar
la egolatría de unas mentes
destinadas al desastre.

No me da la gana recalcar mis posiciones
como en pleno campo de batalla;
no me da la gana tener que soportar
los cuentos de bufones
con historias insanas.

No soporto a los que
juegan a ser sastres
de otras vidas
sin haberse tejido antes;
no aguanto la exaltación
de un dolor que no existe
de la toxicidad que te
define,
del eufemismo que te invade.

No me da la gana participar en tu juego
de ser la víctima de tu propio miedo;
no me da la gana callarme la osadía de recordarte que tu vida es un desastre y
hasta el vacío sin ti
se siente lleno.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Desde que no estás.

Desde que no estás
le tengo miedo al silencio,
al tumulto de los gritos en mi cabeza
preguntándose por qué tu brazo
no rodea mi cintura cada noche.
Le tengo miedo
a la distancia que separa tu piel de la mía,
a los suspiros
que no siento.

Tengo la ansiedad alojada en la garganta,
añorando el recuerdo de tus manos hechas ley para mi piel,
y estoy borracha.

Echarte de menos
se me antoja a redundancia y la idiotez nunca fue cosa de sabios
pero la poesía está llena de arrogancia,
y yo prefiero ser mantra
a un boca a boca de diablos.

No quiero que seas mi musa
porque quiero que te autodefinas,
porque prefiero tu libertad a la mía.

Invoco a la hipocresía
sonriendo cuando no estás,
en un vano intento de demostrarle al mundo
que todo va bien aquí dentro.
Y entonces tiemblo y cuento
los días para correr de mis restos
a tus besos.

Le temo a lo incierto
de los días sin besarte,
a ceñirme a la insistencia de los te echo de menos,
de los quiero mi vida contigo
de los muero por abrazarte.

Me duele el silencio, amor
pero qué poco queda
para dejar de imaginarte.