sábado, 21 de diciembre de 2013

El epicentro del caos está en tu lengua.

Mi corazón ha explotado
en mil mariposas
y mi musa está
preciosa cuando clama
mi presencia,
pero mucho más
cuando me besa
con sus manos frías,
en el refugio
de una brisa
con sabor a madera.

Y sonríe y yo
me corro
en cada una de sus
muecas.
Suspira, y mis sentidos
pierden el sentido
común.
Y ahora todo
es un terremoto
con epicentro
en su lengua.

Que sabe afilar
sus cuchillos ,y clavarlos
por si la luna mengua.
Por aquello de que
la lluvia enamora los corazones
tristes
y ella me enamoró
en una lluviosa noche
de luna nueva.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Le tengo miedo al miedo.

Hoy vengo a decirte que tengo miedo.
Que camino de puntillas
sobre un hilo ínfimo,
esperando no caerme
y darme de bruces contra el suelo.

No quería admitirlo, pero tengo miedo.
Me aterra la idea de sentirte lejos teniéndote cerca, me aterra.

Quiero construir vigas en mi espalda,
para sujetar tus miedos
cuando notes que estás a punto de caer.

Quiero cambiar mis brazos
por mástiles a los que puedas asirte en días de tormenta.
Y puedas clavarte en mi hombro
sin tener miedo a perder.

Quiero salvarte
en el sustento de tu boca tenue,
quiero lucharte en sueños
en los que nadie duerme.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Tengo un verso sin frenos.

Tengo un verso
clavado en el corazón,
y no quiere salir.

Tiene miedo a que una ventisca
se lleve su inocencia,
aunque a estas alturas sabemos
de sobra
que la poesía nunca fue
una señorita inocente.

(Asiente).

Me refugio en un jersey de lana,
buscando un escondite,
evitando a Psique,
pero hace tiempo que
sabe dónde estoy.

(Y yo ni siquiera sé quién soy).

Me duelo.
Y mi corazón grita:
"-¡Comienza el vuelo!"

Y caigo en picado.

(Y sin unos putos frenos).

lunes, 9 de diciembre de 2013

Juguemos a echarnos de menos.

Juguemos a echarnos de menos,
a abrir los ojos y encontrarnos
frente a frente,
salvaguardando la benevolencia
de no comernos
a versos.
Fuguémonos lejos,
donde ni nosotras podamos
encontrarnos.
No huyamos,
tratemos de cosernos
las clavículas
en cada abrazo.
Dormida a mi izquierda,
como en un onírico e irónico soliloquio,
la niña que aún tienes dentro de ti
musita.
Musita retazos de sueños
disfrazados de sonrisas
huidizas
que ni siquiera te dejas ver a ti.
Y sostengo tu mano
junto a mi pecho caliente,
que no se va,
ni tiene intención de irse.
Que va a quedarse
cuando despiertes,
que no va a rendirse
fácilmente.