Resonaba una y otra vez el recuerdo
de sus gemidos en mi oído, la suavidad de su piel en mis sábanas, su sabor.
Tenía sus dientes tatuando mi cuello, su mano izquierda
en mi pecho y su mano derecha buscándome sin contemplaciones. Dejaba en
mi piel marcas de aquella guerra en busca del placer. Recorría cada centímetro
de mí... Ya me conocía. Pero no podía aguantar más. Si seguía
mordiéndome el labio de aquella forma, acabaría perdiendo el control. Pero
no hay control cuando se trata del placer y en cuestión de segundos mi lengua
ya jugaba con su sexo.
Su sabor, la forma en que arqueaba su espalda
cuando mis dedos jugaban dentro de ella y mi lengua acariciaba su clítoris.
Quería oír sus gritos. ¡Quería que al día siguiente mis vecinos se
quejasen! Así que fui subiendo poco a poco, bajé el ritmo mientras mis
dientes jugaban a morder sus pechos y su respiración se calmaba. Pero no
había tregua en esta guerra. Y tú estabas atada a la cama. A mi merced.
Pero tus labios me llamaban y tu sonrisa malévola hacía que mis sentidos se
distorsionaran. Y eso hacía que mis ganas de oírte gritar mi nombre
fueran aumentando por momentos.
De pronto, casi sin percatarme y sin
saber cómo, te tenía encima de mí, jadeando y mirándome fijamente. Te
mordías el labio y tus caderas se movían lentamente. Mis uñas se clavaban en tu
espalda y tu lengua jugaba al escondite con mi cuello. Me cogiste por
las muñecas y, con la fiereza de un animal, empezaste a recorrer mi cuerpo sin
miramientos. Ahora era yo la que estaba a tu merced. El mínimo
roce de tu piel me hacía estremecer, tu respiración descendía por mi cuerpo y
yo me mordía el labio, pidiéndote más. Tus manos abriéndose paso en mi
cuerpo, y tus ojos mirándome fijamente mientras sonreías al quitarme las
bragas, húmedas de deseo. Mis gemidos haciéndose un hueco en tus
recuerdos, mis uñas en tu espalda, tus dedos aprendiéndose los trazos de mi
sexo... Y el sabor de tus labios grabado en mi boca, que no paraba de
gemir tu nombre. Y así terminamos, desnudas de deseo, extasiadas en el
recuerdo y tatuando en nuestras bocas el sabor de nuestros besos.
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