Nunca dejes de luchar
Respiras profundamente. El aire no llega a tus pulmones, tu nariz está congelada, como tus manos, como tu cuerpo. Tiemblas y estás lejos, muy lejos de casa. Te arrastras como puedes, centímetro a centímetro, palmo a palmo, buscando un halo de esperanza en este géligo glacial que guarda tu corazón. Te olvidaste del camino y ahora estás perdida entre el marasmo, entre la incredulidad de no conocer ningún atajo para llegar a tu propio corazón. La hipotermia se cierne sobre ti y a pesar del frío, a pesar del viento, de la nieve, del hielo que recubre todos y cada uno de los poros de tu piel, no consigue hacer mermar tu espíritu, tus ansias, tu fuerza por derrotar a ese glacial que protege y a la vez encarcela tu corazón. Nunca dejes de luchar.
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