Rodeadas
de un paisaje extenso, comparable al mismísimo Edén o a aquel
paraíso nebuloso de la Antigua Grecia en el que los dioses del
Olimpo iban y venían sin descanso alegrándose con los carnales
placeres que los mortales les entregaban...Ella...aún
duerme.
Las
coloridas flores que abrigan nuestros cuerpos desnudos no merman las
ganas de adentrarme en la búsqueda de esa ansiada flor que todo
aventurero ansió conseguir.
Me
despierto, mi cabeza está acomodada en su pecho desnudo. Ambas
respiramos a la vez...Ella aún duerme, yo...mantengo
los ojos cerrados sintiendo su corazón, que aletargado, late
adormilado en su pecho.
De
pronto una de sus manos sube por mi espalda lentamente, lo cual
consigue que corra por toda mi piel un escalofrío intenso, ella aún duerme.
Sin
saberlo, asoma a sus labios una sonrisa, y así se despiertan mis
deseos de besarla. Mis labios se acercan a los suyos, lentamente,
hasta notar su cálido aliento en mis labios, pero ella aún
duerme...
De
pronto, su dulce sueño se ve alterado por una débil brisa que mueve
su larga melena oscura, pero ella aún duerme...Sus
dulces caricias se hacen notables en mi pálida y frágil piel, que
se estremece como si un cubito de hielo paseara lentamente entre sus
poros.
Abre
sus ojos, oscuros y misteriosos que me transportan a un mundo
fantástico y desconocido...
No
ha salido una sola palabra de su boca cuando sus labios ya están
unidos a los míos.
De
repente todo se mueve con un compás más lento...Las flores tornan a
colores más vivos y el sol brilla sutilmente tras las esponjosas
nubes que le ocultan caricias desconocidas para él... Mi
inocencia se desdibuja con cada caricia de sus manos, de sus labios,
de su cuerpo...Y así poco a poco conseguía que mi sentido
común se difuminara con la facilidad que se borraba el lápiz del
papel...
Sus
besos recorren mi cuerpo, el débil roce de su pelo en mi pecho
consigue que alce la mirada al cielo deshaciéndome cual madera
entregada al fuego, mientras sus manos pintan con suaves notas el
contorno de mi cuerpo que, estremeciéndose de placer, hace
suyo sin contemplación.
Y
me besa, besa cada milímetro de mi piel, alentando a que esa frágil
mariposa, extasiada por sus besos, abra sus alas y comience su dulce
y ágil vuelo por el límite de la lujuria, que se encuentra
escondido en sus cálidos labios, que se contagian de
ese mágico vuelo en el que mi sentido común se pierde...
Y
así se funden los límites que separan su cuerpo y el mío,
formando un solo ser entregado al éxtasis y el placer.
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