Nos escribo en noches de lujuria
cuando la Luna
se masturba mirándonos
mientras hacemos el amor.
Suspiras en mi oído
dibujando gemidos
en mi espalda,
y tus uñas se convierten
en pinceles y mantras
que claman
orgasmos
en La Menor.
No te elegí musa,
ni puta, ni casta.
De eso se encargó
mi colchón.
Pero te elegí amada,
húmeda y derrotada
en cada gota
de tu ardor.
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