Pongamos que
conozco tu cuerpo
al milímetro.
Que soy experta
en tus puntos débiles
y tú perfecta
para ser el mío.
Que he dejado
las medias tintas
para aquellos
que hablan sin tener
nada que decir.
Es curiosa la vida
cuando hablamos
de rutina o de amor.
Cómo nos enfrentamos
a una realidad
más bonita
cuando camino
agarrada a tu cintura,
como si los adoquines
se estuvieran derrumbando
bajo mis pies.
Como si tu espalda
fuera un mástil
al que asirme
en noches de tormenta,
y hace(s)
que me sienta invencible.
Que echarse de menos
está sobrevalorado
si hablamos
de cómo se me eriza
la piel
al recordar tus dedos
paseando por mi vientre.
Que ya me sé eso
de que nada es eterno,
que tiempo al tiempo
y que todo se verá.
Pero, mientras tanto,
prefiero esperar
desde la comisura
de tu ombligo.
Que yo no tengo prisa;
(y parece que el tiempo tampoco).
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