Huir de tu sabor
sería un luto innecesario
queriendo tu mano en mi mentón,
y en la Luna el resplandor
de tu sexo mojado.
Desnuda de miedos y promesas,
te muestras cauta en el poemario
de todo aquel poeta
que sólo se atrevió a retratarte
en el prólogo
de su obra.
Como si te desvistieras
en un trazo.
Clama al cielo tu gemido
clava en mi espalda
el soneto
de tu carne hecha orgasmo.
Difumina tus uñas
como lluvia entre mis manos.
Tiembla, jadea, respira
en mi oído.
Pega tu cadera a la mía,
como en un tango argentino y renovado.
Cálida, desnuda y dormida.
Gimen el cielo y el suelo
al contemplarte
desprovista de armadura.
(Y tiemblo).
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